sábado, 24 de marzo de 2012

Patchwork

Siempre me han gustado las manualidades y no se muy bien por qué, pero desde que era niña encontraba ese ratito de estar a solas conmigo misma haciendo alguna manualidad. Mi primer recuerdo es de cuando vivía en Alcalá de Guadaira, con 3 ó 4 añitos, que veía hacer punto Isabel, una amiga de mi madre, y allí que me plantaba yo en su casa con dos peines, de esos que tienen los rabillos metálicos, a imitarla. Más tarde, cuando vivía en Madrid, recuerdo los largos días de enfermedad hepática, dibujado casitas en un pequeño pupitre. ¡Las hacia con todas sus variantes! Tenía tiempo de sobra. Después llegaron las princesas y sus magníficos trajes y, ya con 18 añitos, retomé la afición al punto de media. ¡La cantidad de jerseys que he hecho para toda la familia y para mí!, pero lo que guardo con más cariño es la ropita que les hice a mis bebés. De vez en cuando la saco y me embobo recordando aquellos tiempos. Los puzzles, de los cuales tengo hermosos cuadros en mi casa, fue otra de mis grandes aficiones y también el punto de cruz, del que me siento muy satisfecha por los cuadros que he realizado y regalado.
Siempre he tenido el gusanillo de las manualidades y he probado aún más cosas: dibujar en tela, dibujar sobre cristal...pero la afición que actualmente ocupa mi tiempo es el Patchwork. Es la última en llegar a mi vida y debo decir que bendita la hora en que quise aprender. El patcwork es más que una manualidad o arte con la aguja. El patcwork desarrolla la imaginación, el talento, la calma, la laboriosidad, el gusto por el trabajo bien hecho. Se vuelve a confiar en la cultura del esfuerzo, porque todo lo que montas se convierte en una joya en la que has invertido lo más sagrado que tiene una persona: su tiempo.
Me gusta, no sólo por los hermosos resultados que se obtienen sino porque me permite llegar a ese estado de calma interior que tanto necesito tras un duro día de trabajo y toma de decisiones. Mientras realizo el Quilt, no pienso en nada, sólo disfruto de las puntadas. No recuerdo nada más y el tiempo se me pasa volando, aunque a veces la espalda me hace algún guiño para que pare.
Es curioso...el patchwork tiene la versatilidad de su estilo y forma y al mismo tiempo tiene la capacidad de relajarte, llenarte de calma, al no pensar en nada y también, favorece la concentración, no sólo en lo que haces, sino también a lo que piensas.
Sin duda todo un descubrimiento.

Mi patchwork en este enlace podréis ver algunas de mis creaciones. Faltan otras, pues las he regalado sin hacerle fotos y otros muchos quilts, algunos preciosos, que formarán una futura colcha para mi cama. Ya iré subiendo más fotos.

sábado, 10 de marzo de 2012

LITO



Me gustan los animales y, aunque he tenido más inclinación por los perros: Kaiser, el pobre Grego y Toby, nunca llegué a imaginar que tendría un gato.
Uno teme lo que no conoce y eso es lo que me pasaba a mí con los gatos: me asustaban su movimientos sigilosos, la mirada huidiza, las uñas y dientes que de niña alguna vez probé, su fama de animales sin filiación, es decir, que nunca te verían como su amo y sólo están contigo porque sacan algún beneficio. También la fama de animal misterioso, siempre acompañando a los brujos y brujas, representación del mal y Lucifer, aunque los egipcios los veneraban como semidioses y los respetaban, creían en que traían buena suerte. Hay otras versiones en las que dicen que ahuyentan los malos espíritus y velan por sus dueños, pero sin duda prevalece su mala fama.
Nunca me imaginé teniendo un gato y sin embargo se ha hecho realidad. ¿Cómo? Bueno, sucedió porque sí, porque estaba en mi destino que se cruzara ese gato y terminara en casa. Al principio le tenía algo de respeto y miedo, pero según han ido pasando los días, las semanas y meses, Lito (porque así se llama mi gato), se ha convertido en un miembro más de esta familia, más querido por Ricardo y por mi que por las niñas, que se sienten celosas de la atención que recibe el gato, aunque no es mucha, sobre todo porque el propio gato no la quiere.
Su pelo suave como peluche, el ronroneo sincero de estar feliz al verte aunque prefiere que no lo cojas mucho, los cabezazos a las piernas mientras te pide cosas y ese calor tan agradable que desprende cuando se tumba a tu lado, han conseguido ganar mi corazón. Sabe cuando me encuentro mal. Me acompaña todo el rato y vigila mientras duermo. Me despierta por las mañanas cuando suena el despertador y no me quiero levantar e insiste hasta que me ve de pie. Sabe que me encuentro triste y se deja abrazar un ratito, dándome ese calor (el físico y el amistoso) que hace que me sienta bien, muy bien y me permite imaginar que aún existe una esperanza para mí.
Te quiero mucho Lito, igual que mi padre quería y no se olvidó nunca de sus gatos; igual que mi abuela María que convivía con muchos y no quería oír hablar de echarlos de la casa aunque oliera mal. Ahora los entiendo y entiendo de dónde me viene el cariño a los gatos.
Te quiero mucho Lito, porque eres ese complemento que le faltaba a la bruja Aurori.